9 de octubre de 2016

Clickània: el universo de los clicks de Playmobil desembarca de nuevo en Montblanc

Representación del Montblanc medieval
No, éste no es uno de esos posts patrocinados por una marca en el que el blogger en cuestión ensalza un producto o evento. Pero (aviso para navegantes): os lo va a parecer. Porque el evento Clickània (2 fines de semana: 8-9 y 15-16 de octubre) es una idea redonda.

Me explico: imaginaos un pueblo atractivo, conocido por sus murallas, sus fiestas medievales y por reivindicar ni más ni menos que el origen de la leyenda de Sant Jordi y el dragón. Y ahora imaginaos una antigua iglesia, la de Sant Francesc, reconvertida en escenario de un inusual evento: una completa exposición de clicks de Playmobil. Y, para rizar el rizo, imaginad ahora todos los comercios del pueblo implicados: pastelerías, agencias de viaje, bares, librerías... todos ellos con un escaparate dedicado al mundo de los clicks, representando muchos de ellos escenas de la vida medieval. ¿Es o no es una idea magnífica para visitar con los niños?

En este punto me veo obligado a recordar que este NO es un post patrocinado por Playmobil, ni por la oficina de Turismo de Montblanc. Porque ahora viene la segunda afirmación: no sólo la idea es buena; la ejecución es magnífica. Para empezar, la elección del lugar es original: la antigua iglesia de Sant Francesc, un convento franciscano del siglo XIII reconvertido milagrosamente en una gran exposición, de 800 m2, dedicada monográficamente a los clicks.
La antigua iglesia de Sant Francesc, sede de Clickània

Una vez dentro, Clickània se presenta como algo más que una simple 'feria del click'. Como si de un museo se tratara, encontraremos espacios de exposición montados con ganas y gusto por el detalle. Por ejemplo, una enorme escena dedicada al Far West, en el que unos 'clicks' ladrones asaltan una diligencia mientras las víctimas levantan las manos y se dejan quitar hasta la ropa. A pocos metros hay un divertido photo-call para que los niños se fotografíen como auténticos caballeros medievales, un acierto también.

En la sala anexa, los amantes de la cultura tradicional tendrán que quitarse el sombrero ante la espectacular representación de la Patum de Berga: diferentes escenas de la fiesta berguedana están representadas con cientos de clicks, mientras en una pantalla se proyectan vídeos de la fiesta original.

Representación de la Patum de Berga
Seguimos nuestra visita y nos encontramos una gran exposición multitemática en la nave principal de la antigua iglesia. Aquí encontramos divertidas representaciones con clicks, todas ellas con un enorme gusto por el detalle. Desde un Montblanc medieval en miniatura hasta una batalla de piratas, pasando por... ¡la cárcel de Walking Dead!

 
Una estación de tren con fantasma incluido. ¡Sólo los niños lo ven!

A un lado, además, hay varias paradas que los coleccionistas (y, sobre todo, los padres) podamos comprar clicks a precios razonables (a partir de 3 euros para la mayoría de los artículos).
Me gustaría destacar como un acierto la disponibilidad de espacio, que permite evitar molestas aglomeraciones, y también la rampa que conduce al 'altar' (donde se encuentra el Montblanc en miniatura). Esto permite subir tanto a personas que van en silla de ruedas como cochecitos de bebé.
La entrada a Clickània no es gratuita: los precios son de 2 euros para niños de 7 a 16 años y 3 euros para los mayores de 16 años. Los menores de 6 años no pagan. Si en vez de un día queréis entrar 3 días, la entrada se incrementa en 1 euros (por lo tanto, 3 y 4 euros, según la edad). Personalmente, creo que un evento de estas características debería ser gratis, sobre todo teniendo en cuenta que en el interior hay tiendas. De todas formas, los precios son simbólicos y los más pequeños no pagan.
En el mismo recinto hay un restaurante com 'Menú Clickània' por 25 euros para adultos y 10 euros para niños. No obstante, por todo el pueblo hay otros menús más baratos y, en algunos casos, muy atractivos.


Los comercios del pueblo se implican activamente en Clickània
Si queréis seguir la 'fiesta' de Clickània más allá de la visita, podéis coger un impreso con una divertida iniciativa para estimular el comercio local: se trata de encontrar los 'clicks escondidos' en cada uno de los escaparates de las tiendas del pueblo. Los niños lo pasarán bien y es una manera de recorrer el pueblo. 
Detalle de la exposición

Photocall para los niños




22 de septiembre de 2016

Viajamos a Barahona (Soria) en busca de la misteriosa piedra de las brujas. ¿Te atreves?


La misteriosa piedra de las Brujas se esconde de los turistas
¿Brujas? ¿Quién ha dicho brujas? ¡Pero si las brujas son horribles y dan miedo! Bueno, esto es verdad... a medias. Porque si hay un motivo estimulante para visitar un sitio con niños... son precisamente estos seres enigmáticos, presuntamente voladores, hipotéticamente malignos. ¿Por qué nos atraen tanto? Tal vez por eso mismo. Porque la Inquisición las persiguió, y el pueblo las temió. Y no se puede perseguir, ni temer, a alguien que no existe.

Entonces, ¿existen las brujas? En Barahona están convencidos de que sí. Con poco más de 150 habitantes (algunos más en verano), este pequeño municipio de Soria atesora toda clase de leyendas sobre brujas. Pero el icono indiscutible es una misteriosa piedra, con un agujero en medio, que se conoce como 'el confesionario de las Brujas' o sencillamente 'Piedra de las Brujas'.
Nosotros nos enteramos curioseando por internet mientras comíamos en Medinaceli. Está claro, ¿no? ¡Vamos a visitarlo!

Subimos al coche y nos dejamos llevar por la seductora carretera que lleva de Medinaceli hasta Yelo, Miño de Medinaceli y, finalmente, Barahona. Son 27 km de paisajes espectaculares, felizmente acompañados por los girasoles.

Sólo llegar a Barahona encontramos un parque infantil. No hace falta decir que los niños salen disparados, y pronto nos damos cuenta de que hemos acertado: estamos en el 'Parque de la bruja'. Por si faltara alguna pista, el cartel incluye el dibujo de una bruja surcando el cielo con su escoba voladora y su nariz puntiaguda. Mientras los enanos se divierten en el parque, nos preguntamos cómo se llega a la enigmática piedra. Un confuso cartel indicador nos lleva a la carretera, pero una vez en el asfalto desaparecen las indicaciones. No hay manera.

El calor aprieta, así que aprovechamos para visitar el bar que hay justo al lado del parque. Suerte del chico del bar, que nos explica cómo llegar: debemos seguir la carretera durante aproximadamente 500 metros (con cuidado, por el arcén) y luego desviarnos por el camino de Pinilla y Jodra. Enseguida compronamos que este camino sí está bien indicado. ¡Pero seguimos sin ver ni rastro de las brujas!

No perdamos la paciencia. El chico del bar nos ha explicado que, una vez en este camino, debemos caminar unos pocos metros y luego desviarnos a la derecha. Este cruce es poco claro y no hay ninguña señalización que nos indique (no hay duda: las brujas se esconden), pero sí podemos distinguir el rastro. Se trata de un camino apenas segado sobre los cultivos, como si de vez en cuando pasara por ahí un tractor.

El Parque de la Bruja gustará a los niños
Miramos al suelo: encontramos pequeñas piedras de colores. Hay que saber buscarlas, pero ahí están. Las hay rojas, moradas, anaranjadas, negras, rosadas... ¿serán pistas dejadas por las brujas? 

Seguimos caminando y... por fin, ahí la vemos. Justo al final del camino, discreta, más pequeña de lo que imaginábamos. No levanta ni un metro desde el suelo. Pero ahí está: una enigmática piedra con un orificio en medio. Hay un viejo cartel junto a la piedra. ¡Seguro que nos explica la historia! Pero, oh sorpresa, cuando vamos a leerlo... se ha borrado por completo. Está todo en blanco. ¡Estas brujas se las saben todas!

Al parecer, hay documentación de la Inquisición que sitúa en estos campos de Barahona reuniones de brujas (los famosos akelarres). Las leyendas populares aseguran que venían volando para reunirse en este punto. Es incluso posible que más de una 'bruja' lo reconociera tras sufrir los tormentos de la Santa Inquisición. Si tenéis curiosidad, leed este blog y conoceréis algún detalle más.
Nosotros permanecemos unos minutos ante la misteriosa piedra. Observamos la cruz grabada en la parte superior y no dejamos de mirar el orificio de la piedra. El día es claro y cielo es de un azul limpio e intenso. ¿Y si viniéramos de noche? Mmmmm... a nuestros enanos la idea no les hace demasiado gracia. Mejor que vayamos volviendo.

Mientras volvemos, escuchamos unos pasos por el arcén de la carretera. ¿Serán nuestros propios pasos? Mejor aceleremos. Nunca se sabe, estamos en territorio de brujas...

3 de septiembre de 2016

Castillo de Requesens (Girona): un espectacular viaje al medievo con niños en plena naturaleza


Pasillos oscuros, escaleras secretas, cámaras escondidas… Visitar un castillo es algo que a todos los niños (y también a los adultos) suele gustarles. Si además se encuentra en buen estado de conservación y está ubicado en plena naturaleza, como es el caso del Castillo de Requesens (Girona), la experiencia es doblemente gratificante.

El castillo de Requesens data del siglo XI y luce una silueta espectacular. Pocas fortalezas mantienen su aspecto original a la vez que conservan su carácter genuino. Por eso en Enanos Viajeros creemos que es una gran propuesta para visitar con niños, tengan la edad que tengan. Además, este castillo se encuentra rodeado de una exuberante vegetación, en un macizo de la sierra de la Albera, a 500 metros sobre el nivel del mar. Las vistas desde arriba son sencillamente espectaculares.

Empecemos por el principio: ¿cómo llegar? Aunque es sencillo, os explicamos algunos detalles que debéis saber. Lo más fácil es ir hasta La Jonquera por la N-II y, desde allí, tomar el desvío que lleva al pueblo de Cantallops. Una vez aquí, encontraremos (sin pérdida, ya que está muy bien señalizado) una pista que lleva al castillo. Son aproximadamente 6,5 km de pista forestal en bastante buen estado, aunque en el algún tramo se vuelve más estrecha o más pedregosa. No es necesario ir con vehículo todo terreno, se puede subir con cualquier coche.

A medio camino encontraréis una valla que cierra el acceso. No pasa nada: está pensada para que el ganado, que campa a sus anchas por la zona, no se escape. Por eso se pide a los conductores que, después de pasar, vuelvan a cerrar la valla. La pista nos deja en el mismo castillo, justo en la puerta. No es un lugar de visitas masivas, así que en principio no deberíais  tener problemas para dejar el coche.

La entrada al castillo cuesta 4 euros. Pagadlos, vale la pena. Además, este dinero se destina a conservarlo en el mejor estado posible, ya que desde 1945 está inhabitado. En la entrada os entregarán un plano muy útil para visitar el castillo. Por cierto, si vais con bebé, dejad el cochecito en el coche: es mejor una mochila o portabebés tipo bandolera.

Sólo entrar, una atmósfera medieval os envolverá: ante nosotros se abren caminos y escaleras en múltiples direcciones. Nosotros tomamos el camino de la derecha, que enseguida nos lleva a la capilla. Fijaos en los detalles de la entrada, abundan en el castillo todo tipo de relieves e inscripciones. Desde la capilla suben unas escaleras que ascienden al castillo. Ahora sí: preparaos, ¡vamos a explorar las entrañas de la fortaleza!
A partir de este momento, la visita se vuelve necesariamente anárquica: hay tantos pasadizos, cámaras, escaleras y puertas que las posibilidades se abren en un sinfín de rutas. Toméis la ruta que toméis, no perdáis la ocasión de visitar las estancias más altas del castillo, desde donde podréis contemplar toda la comarca del Empordà. Al este, podréis ver la bahía de Roses con el mar al fondo, y un poco más al sur, incluso de divisa a lo lejos otro imponente castillo: el de Torroella de Montgrí.

Sobre la historia del castillo, podríamos extendernos largamente, pero para dar unas pocas pinceladas, diremos que perteneció a diferentes señores vinculados a los condados de la zona: Rosselló, Peralada, Empúries… Desde el siglo XVI estuvo en mano del linaje Rocabertí (condes de Peralada). En 1893 iniciaron unas ambiciosas obras que permitieron revitalizar su aspecto, y en 1899 se celebró el día de Sant Joan una inauguración por todo lo alto. Hasta 1945 pasó por varias manos. Desde entonces (mitad del siglo XX) hasta ahora, el castillo permanece inhabitado.

En contra de lo que podríamos imaginar, el agua es un elemento clave en este castillo. Encontraréis estanques, fuentes (no potables), pequeños saltos de agua y canalizaciones a través de acequias. Al parecer, los propietarios que lo reformaron a finales del siglo XIX (los descendientes de los Rocabertí) usaron las canalizaciones de agua natural incluso como cisterna, según consta en una de las explicaciones que se encuentran en el castillo.

Hablando de cisternas, dentro del castillo encontraréis algunos WC.
La historia del castillo es tan rica y sus pasadizos tan complejos, que lo ideal es contratar (por 2 euros más) una visita guiada. Sin embargo, hay que hacerlo con antelación (telf..  646 179 509).

Si queréis comer por la zona, a 2,5 km del castillo (por una pista forestal señalizada) encontraréis un pequeño restaurante de carnes a la brasa y vinos de la zona. Se llama La Cantina, y también es recomendable reservar (972 193 081 / 659 750 811). No se trata de un restaurante al uso, sino de un pequeño local que permite consumir productos locales de Km.0 en un entorno natural. De hecho, no os extrañéis si a pocos metros de vuestra mesa campan a sus anchas las vacas…

12 de julio de 2016

Bárcena Mayor: un pueblo con encanto que conserva su identidad



Imagen de una casa típica desde el interior del lavadero de Bárcena Mayor
Escondido entre montañas del Parque Natural Saja-Besaya, el minúsculo pueblecito de Bárcena Mayor es un ejemplo del estilo de vida tradicional de la Cantabria rural. Sus calles empedradas, los lavaderos públicos, las casas típicamente cántabras… son algunos de los atractivos de este municipio situado a 495 metros sobre el nivel del mar. Enanos viajeros acudió… y aquí os lo contamos.
Bárcena Mayor es una visita absolutamente recomendable, casi nos atreveríamos a decir que imprescindible en un recorrido por Cantabria. El turismo que lo visita durante todo el año es la prueba fehaciente, y sin embargo no sufre la masificación, o incluso la artificialidad, de que adolecen otros municipios de la comunidad (podría ser el caso de Santillana del Mar). Bárcena Mayor conserva el encanto de los pueblos de siempre, y de alguna manera ha conseguido conjugar las exigencias del turismo con la conservación de su propia identidad.
Dejamos el coche en el aparcamiento (obligatorio… y gratuito) y emprendemos el camino al pueblo, que está a tan sólo 200 metros. Este pequeño paseo nos da una primera pista sobre lo que vamos a encontrar: las farolas que nos acompañan en el camino contienen un enigmático escudo acompañado de una corona y una fecha: el año 1832. Según hemos podido averiguar, no es que las farolas daten de este año, sino que son ‘farolas ferlandinas’, con un escudo que forman dos ‘F’ contrapuestas y un número romano (VII). La fecha de 1832 no es otra que la del nacimiento de Luisa Fernanda de Borbón, hija de… lo habéis adivinado, Fernando VII. En palabras del cronista Aristóteles Moreno, estas farolas  “no son bonitas ni feas, sino todo lo contrario”, y tal vez esa sea su principal virtud.
El suelo empedrado dificulta avanzar con el cochecito de bebé
Dejamos atrás las farolas, que es lo de menos, y entramos en Bárcena Mayor. Para los que viajamos con niños hay que tener en cuenta al menos tres cosas: la primera, si vais con cochecito de bebé, olvidaos de él, dejadlo en el coche. Las ruedas son incompatibles con el empedrado del suelo (que, por otra parte, le da encanto al pueblo). Segundo: la comida. Tratad de reservar con antelación y comer a las 14.30h o antes; así tendréis  espacio y comodidad. Los restaurantes sirven menús infatiles y platos para niños, eso no será problema. Y tercero: dejadlos correr. El pueblo es pequeño y manejable, hay un parque infantil y varias fuentes de agua fresca, por si vais en verano.
Bárcena Mayor tiene sus orígenes en el siglo IX, y poco a poco fue incrementando su población hasta el siglo XVIII, cuando entró en crisis demográfica. Actualmente tiene unos 85 habitantes, y gracias al turismo. En 1979 fue declarado Conjunto Histórico-Artístico, y la verdad es que lo vale. Lo más característico son sus casas, típicas del medio rural en Cantabria, formadas por dos plantas con un soportal en la parte baja. Nos gustó ver que las casas más viejas, abandonadas algunas de ellas, son idénticas en estructura a las casas actuales. Digamos que es una ‘prueba de autenticidad’ que no siempre se da.
Fuente de agua fresca. Data de 1929.

Si podéis, echad un vistazo a la Casa Rectoral, que incorpora algunos elementos arquitectónicos más ‘cultos’, como la arquería del soportal o la decoración de la piedra y la madera. Tal como explica la placa que encontraréis en la puerta, es un buen ejemplo de la arquitectura montañesa del siglo XVIII.
Uno de los atractivos de Bárcena Mayor es su gastronomía. Es un pecado no pedir un buen cocido montañés, que se compone de alubia blanca y berza, junto con chorizo, costilla, morcilla y tocino. Nosotros lo probamos en el restaurante La Solana (942 091 200), cuyo menú de 12 euros incluye barra libre de cocido montañés. 
Parque infantil junto al río Argoza
 
El pueblo cuenta con un parque infantil situado entre las casas, con el atractivo especial de unas bonitas vistas y una inmejorable ‘música’ de fondo: el descenso del río Argoza.
En verano, los niños disfrutarán con la omnipresencia del agua. Varias fuentes (una de ellas de 1929) les permitirán refrescarse, y además podrán visitar los lavaderos de la aldea, que son una excelente manera de introducirles en la historia reciente de este país.
lavadero en una plaza de Bárcena Mayor

Por otro lado, si queréis comprar regalos, hay varias tiendas de artesanía y productos típicos. En definitiva, una visita más que recomendable a tan sólo 67 km de Santander.
Balcón decorado con flores en una casa de Bárcena Mayor

28 de marzo de 2016

Parque de los toboganes gigantes de Sant Cugat: ocio para los niños cerca de Barcelona

¿Recordáis la ilusión de cuando éramos niños y descubríamos un parque nuevo, o un rincón secreto en el que jugar? Nuestros padres no eran capaces de entenderlo, y es muy posible que nosotros mismos no lo recordemos ya. Pero si cerráis los ojos y tratáis de recuperar por un momento esa maravillosa sensación de que la imaginación lo podía todo... entenderéis por qué esta propuesta seducirá a vuestros niños.


Hoy os hablaremos de un parque infantil de Sant Cugat del Vallès (a unos 15 km de Barcelona) que no os dejará indiferentes. Se le conoce popularmente como el Parque de los Toboganes Gigantes, y aunque tal vez no sea ese su nombre oficial... ¿a quién le importa ese detalle?
El nombre no engaña: encontraréis grandes toboganes y, además, con diferentes formas: lisos, con baches, con curvas, en espiral, en túnel... Los niños no se cansan de tirarse una y otra vez, y no es raro que los padres lo hagan también.

Tobogán doble: ideal para 'competiciones' entre padres e hijos...

Algunos de los toboganes son tremendamente rápidos, lo que hace que los niños salgan disparados. Por eso es recomendable que, en el caso de los más pequeños (sobre todo los menores de 3 años), estemos atentos para ver cómo se manejan. Es el caso del 'tobogán de los baches', donde los niños literalmente vuelan. ¡Que nadie se asuste! No es en absoluto peligroso; se trata sólo de evitar pequeños percances.

Además de los toboganes, hay varias estructuras típicas de cualquier parque, pero destaca sobre todo la tirolina, de unos 40 metros de recorrido, donde los niños se lo pasan en grande.

La tirolina es uno de los grandes atractivos del parque

El parque dispone también de un espacio de voleibol, zonas para jugar a fútbol e incluso espacios idóneos para sentarse a disfrutar del buen tiempo y comer algo en 'modo picnic'. No está nada mal teniendo en cuenta que el acceso es público y gratuito.

¿Cómo encontrarlo? Una vez en Sant Cugat, debéis ir a buscar la calle Josep Irla y subir hasta arriba de todo (el parque quedará a la izquierda, y su nombre oficial es 'Parc Turó de Can Mates').

Vista general del parque