22 de septiembre de 2016

Viajamos a Barahona (Soria) en busca de la misteriosa piedra de las brujas. ¿Te atreves?


La misteriosa piedra de las Brujas se esconde de los turistas
¿Brujas? ¿Quién ha dicho brujas? ¡Pero si las brujas son horribles y dan miedo! Bueno, esto es verdad... a medias. Porque si hay un motivo estimulante para visitar un sitio con niños... son precisamente estos seres enigmáticos, presuntamente voladores, hipotéticamente malignos. ¿Por qué nos atraen tanto? Tal vez por eso mismo. Porque la Inquisición las persiguió, y el pueblo las temió. Y no se puede perseguir, ni temer, a alguien que no existe.

Entonces, ¿existen las brujas? En Barahona están convencidos de que sí. Con poco más de 150 habitantes (algunos más en verano), este pequeño municipio de Soria atesora toda clase de leyendas sobre brujas. Pero el icono indiscutible es una misteriosa piedra, con un agujero en medio, que se conoce como 'el confesionario de las Brujas' o sencillamente 'Piedra de las Brujas'.
Nosotros nos enteramos curioseando por internet mientras comíamos en Medinaceli. Está claro, ¿no? ¡Vamos a visitarlo!

Subimos al coche y nos dejamos llevar por la seductora carretera que lleva de Medinaceli hasta Yelo, Miño de Medinaceli y, finalmente, Barahona. Son 27 km de paisajes espectaculares, felizmente acompañados por los girasoles.

Sólo llegar a Barahona encontramos un parque infantil. No hace falta decir que los niños salen disparados, y pronto nos damos cuenta de que hemos acertado: estamos en el 'Parque de la bruja'. Por si faltara alguna pista, el cartel incluye el dibujo de una bruja surcando el cielo con su escoba voladora y su nariz puntiaguda. Mientras los enanos se divierten en el parque, nos preguntamos cómo se llega a la enigmática piedra. Un confuso cartel indicador nos lleva a la carretera, pero una vez en el asfalto desaparecen las indicaciones. No hay manera.

El calor aprieta, así que aprovechamos para visitar el bar que hay justo al lado del parque. Suerte del chico del bar, que nos explica cómo llegar: debemos seguir la carretera durante aproximadamente 500 metros (con cuidado, por el arcén) y luego desviarnos por el camino de Pinilla y Jodra. Enseguida compronamos que este camino sí está bien indicado. ¡Pero seguimos sin ver ni rastro de las brujas!

No perdamos la paciencia. El chico del bar nos ha explicado que, una vez en este camino, debemos caminar unos pocos metros y luego desviarnos a la derecha. Este cruce es poco claro y no hay ninguña señalización que nos indique (no hay duda: las brujas se esconden), pero sí podemos distinguir el rastro. Se trata de un camino apenas segado sobre los cultivos, como si de vez en cuando pasara por ahí un tractor.

El Parque de la Bruja gustará a los niños
Miramos al suelo: encontramos pequeñas piedras de colores. Hay que saber buscarlas, pero ahí están. Las hay rojas, moradas, anaranjadas, negras, rosadas... ¿serán pistas dejadas por las brujas? 

Seguimos caminando y... por fin, ahí la vemos. Justo al final del camino, discreta, más pequeña de lo que imaginábamos. No levanta ni un metro desde el suelo. Pero ahí está: una enigmática piedra con un orificio en medio. Hay un viejo cartel junto a la piedra. ¡Seguro que nos explica la historia! Pero, oh sorpresa, cuando vamos a leerlo... se ha borrado por completo. Está todo en blanco. ¡Estas brujas se las saben todas!

Al parecer, hay documentación de la Inquisición que sitúa en estos campos de Barahona reuniones de brujas (los famosos akelarres). Las leyendas populares aseguran que venían volando para reunirse en este punto. Es incluso posible que más de una 'bruja' lo reconociera tras sufrir los tormentos de la Santa Inquisición. Si tenéis curiosidad, leed este blog y conoceréis algún detalle más.
Nosotros permanecemos unos minutos ante la misteriosa piedra. Observamos la cruz grabada en la parte superior y no dejamos de mirar el orificio de la piedra. El día es claro y cielo es de un azul limpio e intenso. ¿Y si viniéramos de noche? Mmmmm... a nuestros enanos la idea no les hace demasiado gracia. Mejor que vayamos volviendo.

Mientras volvemos, escuchamos unos pasos por el arcén de la carretera. ¿Serán nuestros propios pasos? Mejor aceleremos. Nunca se sabe, estamos en territorio de brujas...

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