17 de febrero de 2013

Monasterio de Piedra: un oasis de paz para ir con niños... ¡y sin cochecito!

Un oasis ideal para las épocas de calor...
Si vuestra próxima escapada es cerca de Zaragoza y aún no conocéis el Monasterio de Piedra... ¡apuntadlo en la lista de visitas imprescindibles! No os arrepentiréis. Es un auténtico oasis en muchos sentidos. Por un lado, el agua fluye por todas partes, lo cual se agradece mucho cuando el calor aprieta. Pero, además, el Parque del Monasterio de Piedra es un espectáculo de naturaleza para los niños (¡y para los que no lo son!).
La web del Conjunto Turístico del Monasterio de Piedra (http://www.monasteriopiedra.com/) tiene todo tipo de información, así que no nos extenderemos mucho en los atractivos que incluye el parque y el monasterio, porque encontraréis multitud de detalles. Pero si vais con niños, aquí van algunos apuntes que os pueden ser útiles.

Detalles prácticos:
El parque del Monasterio de Piedra es una visita de un día entero. Aunque el recorrido puede hacerse en menos tiempo, si no queréis ir con la lengua fuera es aconsejable destinar toda una jornada. Vale la pena. Además, en el interior del parque encontraréis merenderos, zonas de juego infantil, superficies de hierba para que los niños disfruten corriendo y tirándose...
En cuanto a la comida, tenéis dos opciones: o bien lleváis comida preparada (hay zonas de picnic para comer con comida de casa) o bien aprovecháis el bar que hay a la salida del parque (bastante económico y bien surtido). También hay un restaurante más selecto si preferís disfrutar de la gastronomía de la zona. En el interior del parque encontraréis también varios lavabos y máquinas de refrescos.
Acceso a la gruta Iris
Si vais con bebés o niños muy pequeños, lo mejor es que dejéis el cochecito y uséis una mochila o portabebés: ¡si algo no falta en el parque son escaleras! Podéis igualmente entrar con cochecito, pero vuestra visita se verá mucho más limitada.
Una de las cosas que os recomiendo no perderos es la Gruta Iris y la Cola de Caballo. Para acceder hay que internarse en una escalera que baja de forma pronunciada por la gruta. En algún tramo puede resultar un poquito claustrofóbico (nada del otro mundo, pero aviso por si alguien sufre especialmente en este sentido). Eso sí, tras unos pocos minutos de escaleras (en este caso, de bajada) el espectáculo merece la pena. Para los niños de 3-4 años, estas escaleras no representan mayor problema siempre que vayan acompañados en todo momento.
También es muy recomendable subir hacia la Cascada de la Caprichosa. La subida es intensa y si vais con niños muy pequeños conviene hacerlo poco a poco, pero es cuestión de unos minutos y, una vez más, el resultado vale la pena: es uno de esos parajes en los que uno no puede dejar de hacer fotos (¡prohibido hacer esta visita sin cámara!).
El parque cuenta zon zonas de picnic, césped para descansar...
Además de estas cascadas y grutas, los niños pueden disfrutar de un espectáculo de vuelo de rapaces. Incluso hay unos guías a la entrada del parque que te proponen hacerte una foto con un águila en el brazo (a la salida os encontraréis vuestra foto, por si queréis comprarla).
Una vez fuera del parque, si os quedan fuerzas, es muy aconsejable hacer una visita al Monasterio (cisterciense, siglo XII). Se hacen visitas guiadas que valen la pena, y en las que veréis un Museo del vino, el Claustro del Monasterio, una exposición temática sobre el chocolate (en el monasterio de Piedra se elaboraba) y algunos restos correspondientes al período de la desamortización de Mendizábal (1835).
La entrada al Parque tiene un precio de 15 euros para los adultos y de 11 euros para niños de 4 a 12 años y jubilados. Los menores de 4 años no pagan. Hacen descuentos por familia numerosa (aquí veréis las tarifas de este año). Sinceramente, a nosotros nos parecieron unos precios algo caros (una pareja que vaya con dos niños pagará 52 euros (sin contar comidas). Por otra parte, es cierto que el parque da mucho de sí.
En cuanto al alojamiento, el monasterio cuenta con un hotel de 62 habitaciones que tiene piscina propia. Vaya, muy poco que ver con la vida de los monjes que dejaron el monasterio hace dos siglos...

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